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jueves, 5 de abril de 2012

Treinta años de oración y amargura


La Cofradía de la Oración de Jesús en el Huerto  celebró, en un Miércoles Santo Cargado de emociones, el treinta aniversario de su salida en procesión. Desfiló por las calles del casco antiguo y realizó por primera vez estación de penitencia en el monasterio de las trinitarias.

La Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Oración de Jesús en el Huerto y María Santísima de la Amargura estaba de aniversario. Cumplió, en un Miércoles Santo de “oración y amargura”, tres décadas en la calle. Hizo gala de su valentía y deslumbró en su salida triunfal de la parroquia de San Amador y Santa Ana. Allí, una multitud esperaba ese momento en que el paso de La Amargura, llevado por treinta y cuatro costaleros, fue sacado de rodillas hasta que “subió al Cielo”. La Madre de Dios, acompañada de la Banda de Música de El Carpio (Córdoba), con saya de color blanco roto y fajín rojo, con noventa y dos cirios y dos velas rizadas, y adornada de rosas blancas y freissas rosas, desfiló por las estrechas calles del casco antiguo y acompañó en su dolor a Cristo, que rezaba, junto a un ángel, en el huerto de Gethsemaní. También la Amargura, seguida por decenas de mantillas, llevó en el segundo varal un lazo blanco de esperanza por el cofrade más joven, Alejandro Barranco, que ayer cumplió cuatro meses. Antes, en el altar mayor del templo, la hermandad celebró una íntima misa presidida por Manuel María Gómez.
La salida del paso de Jesús, portado por treinta y cuatro costaleros y acompañado de numerosos “hermanos de luz” y  con la agrupación de El Carpio (Córdoba), también resultó espectacular. Con capa morada y claveles rojos, desfiló al estilo sevillano y estrenó un  llamador que simbolizó la fachada de San Amador. La celebración del treinta aniversario no quedó ahí. Por primera vez, la cofradía realizó estación de penitencia junto al monasterio de las madres trinitarias. Se expuso el santísimo, los tronos se giraron hacia el templo, los hermanos oraron y el casco histórico se desbordó de emoción. Silvia Ruiz Díaz/Martos

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